sábado, 1 de noviembre de 2008

Los mexicanos se reencuentran e invitan a cenar a sus difuntos en el día de los muertos


Cancún (México).- Los mexicanos se reencuentran hoy con sus difuntos y los invitan a la mesa en una monumental conmemoración en el sureste del país, una zona maya en la que las tradiciones prehispánicas todavía se conservan vivas.

El III Festival de tradiciones de Vida y Muerte en el parque ecológico Xcaret, ubicado en la Riviera Maya, reúne, del 30 de octubre al 2 de noviembre, a un total de 39 comunidades mayas que se dan cita en este espectáculo para compartir su cultura, sus rezos y su manera de elaborar los tradicionales altares de muertos.

"Es proverbial la celebración de los muertos en México desde tiempos muy antiguos", explicó en entrevista con Efe la experta Renée Petrich, etnóloga del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México y quien durante 20 años ha estudiado las culturas mayas del centro de Quintana Roo.

Desde tiempos prehispánicos los antiguos habitantes de lo que hoy es México celebraban a sus muertos en el día de "Hanal Pixan", en coincidencia con la llegada de las primeras cosechas de maíz, calabaza y fríjol.

Petrich manifestó que los primeros días de noviembre las familias indígenas del sureste de México, históricamente las más marginadas del país, esperan a las ánimas en el marco de "un recordatorio de los difuntos que se empalma con los días de Santos Difuntos de la tradición europea".

Durante la colonia las tradiciones indígenas de muerte parecieron violentas para el punto de vista de los europeos católicos, por lo que, en su intento de cambiarlas, tuvo lugar un fuerte sincretismo religioso, aunque el indígena no perdió del todo sus valores tradicionales Primero, el día 31 de octubre los mayas esperan las almas de los niños difuntos y preparan un altar con una ofrenda especial para ellos, llena de dulces y juguetes.

El 1 de noviembre, en cambio, celebran la entrada a la casa de las ánimas mayores, lo cual se marca por un camino hecho de flores y velas para que sigan los difuntos desde el más allá.

A ellos ofrecen alimentos, preferiblemente los que gustaban al ser querido, como parte de un ritual que se mantiene esencialmente inalterado desde la llamada Guerra de Castas (1847-1901).

Este conflicto enfrentó a los indígenas contra los pobladores criollos de México, y mantuvo durante cincuenta años al sureste mexicano como un territorio libre y autónomo.

Un mes antes de la fiesta los indígenas preparan sus casas para recibir a los espíritus de sus familiares.

La creencia popular dice que cualquier desperfecto en la casa, suciedad o desarreglo puede ser motivo para que las almas se queden irremediablemente para realizar las reparaciones o composturas necesarias.

La gastronomía típica de muertos en esta región, donde según Petrich se conservan más puras las celebraciones de muertos, consta, entre otros, de "mucbi pollo", un alimento festivo y "el atole nuevo", elaborado con el maíz de la primera cosecha.

A los ocho días, "el ochavario", el día en que las ánimas se despiden de sus familiares, se preparan unos tamales pequeños llamados "Chachacua" para que los muertos puedan llevarlos de regreso y no se queden errando en la tierra.

Más de 30.000 personas visitarán este año el III Festival de tradiciones de Vida y Muerte, la mayoría visitantes locales o nacionales, según cálculos de los organizadores.

Teatro, música, danza, talleres, rituales, ofrendas, exposiciones de pintura, escultura, fotografía y muestras gastronómicas tratan de mostrar los orígenes de esta fiesta milenaria, considerada por la Unesco una obra maestra del patrimonio cultural de la humanidad.

Ver la muerte con alegría, festejarla, regalar calaveras de azúcar a una persona cercana con su nombre grabado en la frente, como señal de amistad "solo pasa en México, solo los mexicanos ven la muerte desde este punto de vista para mitigar lo desconocido y el dolor que provoca", dijo por su parte la gerente de Relaciones Públicas de Xcaret, Iliana Rodríguez.

Entre los invitados especiales al festival se encuentra la actriz mexicana Ofelia Medina, quien protagoniza la puesta teatral "Cada quien su Frida (Kahlo)", un espectáculo de música y humor sobre la vida de la pintora mexicana.

México posee "un gran patrimonio cultural que es nuestra obligación conservar y difundir, no solo a los mexicanos sino al resto del mundo", concluyó Rodríguez.

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